miércoles, 18 de julio de 2007

8. Un oso de peluche.

Al llegar a su casa le preguntó a Mariana por Lucía, ella le señaló el piso de arriba con cara de "sería bueno que le hablaras y le pidieras disculpas".
Martín tocó la puerta del cuarto de su hija.
-¿Se puede?.
-Si.
-¿Podemos hablar?
-Si –dijo Lucía abriendo la puerta.
-¿Me vas a perdonar…?
-¿Porqué lo hiciste?
-No se. Probablemente… por celos.
-Celos… ¿De Ernesto papá?
Martín decía, la verdad. Pero esa verdad era más grande de lo que estaba dispuesto a admitir ante su hija. Tenía celos de ese chico que estudiaba lo que él había estudiado, que trabajaba y ayudaba a su familia, a sus padres y hermanos. Padres y hermanos que él nunca había tenido.
Además ese chico en realidad le había caído bien, había tolerado el maltrato, no había perdido la paciencia y le había contestado con respeto pero con firmeza. La firmeza de carácter era algo que admiraba en la gente y mucho más en el caso de que pretendíera tener algo que ver con su hija.
También le gustó que fuera deportista y hubiera elegido dejar eso para dedicarse a trabajar y estudiar. En realidad no podía pedir más, no tenía derecho y lo sabía.

Notó que en el cuarto de su hija ya no estaba ese oso enorme de peluche que él le había regalado… hacía ¿Cuánto?... cinco… seis años… ¿Más…? Estaba dispuesto a dejar que ella le dijera lo que pensara porque se había portado como un estúpido.
Papá -le dijo Lucía- Se que estás mal y haría cualquier cosa para ayudarte pero igual quiero que sepas que lo de ayer me dolió, porque fuiste injusto con Ernesto, todavía no lo conocés. La idea de que viniera a casa no fue mía, fue de él y a mi también me pareció bien…
-Disculpame mi chiquita -le dijo Martín abrazándola y apoyando su cabeza sobre el pelo castaño de su hija.
¡Cuánto había crecido! Pero si hasta hacía poco la ayudaba con los deberes del colegio y ahora… justo en este momento que a él le parecía que su vida estaba casi vacía.
La aparición de ese chico era eso, un signo del paso del tiempo y, aunque no le gustaran las interpretaciones psicológicas de todo, ese chico era de alguna manera quien pretendía reemplazarlo. Y le había molestado más aún porque le pareció que el tipo daba la talla…
-Papá vos siempre fuiste justo y me enseñastre a serlo, te pido que le des una oportunidad, es muy bueno y responsable y además… en muchas cosas me hace acordar a vos…
-Martín tuvo que contenerse para no llorar y se quedó abrazado a ella, hamacándola como cuando era una nena.
Luego de un largo silencio dijo: ¿Tendría que pedirle disculpas no?
-No pa, no hace falta… yo ya le dije…
Ella ya le había explicado todo a Ernesto. Que su papá estaba mál, que lo entendiera, además le pidió que le diera otra oportunidad. Ernesto había pensado que era más realista darle una oportunidad al tipo del que Lucía hablaba con tanta admiración.
-Si, creo que sí. Igual no pienses que te voy a regalar al primero que pase.
-Ay, papá, no me estoy yendo… y lloró en los brazos de su padre.
-Bueno además no me gusta lo del Mac Donald´s -dijo Martín para quebrar el clima que se había generado.
-Basta papa, ¡Otra vez no! -le dijo Lucía entendiendo la broma, riéndose entre lágrimas y agregando- Es el mánager del local. A los 18 años tiene a su cargo a más de treinta personas, es la primera vez que alguien de esa edad llega a ese trabajo, que es muy valorado ahí.
-Igual no me gustan esas hamburguesas. -dijo Martín mientras pensaba- A la flauta, parece que da la talla en serio.
Esa noche comieron los tres solos, Lucía no iba a salir, porque
Ernesto tenía que trabajar, pero ni loca le iba a decir eso a su padre.
-Un problema menos -pensó Mariana– De a uno por vez.
-Martín le preguntó a Lucía mientras comían -¿Dónde está el oso de peluche?