miércoles, 26 de septiembre de 2007

28. Dos llamados.

-¿Pero quién es la mujer? Estoy seguro de que es mi madre. Si hubiera visto sus ojos… probablemente la habría reconocido.
-¿Estás seguro o es lo que deseabas ver? -le dijo el doctor Víctor.
-Mmm… En realidad creo que hubiera querido verla.

-Entonces no estás seguro de quién era.
-No. ¿Pero por qué sueño con ella?
-Martín, nada es casualidad, recordá que estás afrontando un proceso de cambio. Los sueños forman parte de tu mente y de tu espíritu. Manifiestan cosas. Esto aparece ahora por algo, creo que es una ayuda.
Hablaron de otras cosas ese día.
Los estudios que le habían hecho, según le había dicho el psiquiatra, no mostraba nada preocupante, pero si la disconformidad sobre algunas cosas de su vida. Tenía que ver cómo las cambiaba.
El médico le dijo que ya lo estaba haciendo y le recordó algunas que él mismo le había contado.
Esa visión le dio cierta tranquilidad. Tomó consciencia de que aquello era un proceso y que también funcionaba en su interior, aunque no pudiera controlarlo.
Víctor le había dicho que el afán de controlar todo llevaba a complicaciones, porque el control absoluto no es posible. Le remarcó que aquello era causa de infelicidad y de problemas en mucha gente. En realidad, él era un poco así, quería controlarlo todo. Esa actitud de alguna manera le ayudaba a pensar que las cosas saldrían bien. Estaba empezando a darse cuenta de que eso era un error. Si Mariana, por ejemplo, no hubiera sido comprensiva en extremo con él, su relación se habría desmoronado…

-Claudia entonces ¿Está todo claro?
-¿No es un poco osado lo que voy a hacer?
-No tiene nada que perder y de paso vemos como reaccionan.
-Tengo miedo de que mi cuñado se ponga un poco pesado.
-Ya hablamos de lo que tiene que hacer si pasa eso, pero no va a pasar.
-Si, pero yo había pensado en que me acompañaras vos…
-Martín pasó por alto el “vos”, lo cual, de todas formas, hizo que se desconcentrara por un instante.
-No Claudia, no es el momento, allí no habrá otros abogados. Más adelante es muy probable que tenga que intervenir, pero no ahora.
La acompañó hasta la puerta y él se quedó pensando en la actitud de la mujer. Tal vez fuera un mero deseo de protección ante una situación incierta o tal vez nada.

-¿Y entonces que vas a hacer? –le preguntó Lucía a Ernesto.
-Tengo que cambiar de trabajo, muchas alternativas no tengo. No me dan los tiempos por los horarios que me están pidiendo, pero necesito lo que pagan y tengo que buscar algo para reemplazarlo.
-Pensemos en algo. Le voy a preguntar a mi viejo si sabe que podés hacer.
-¿Te parece…?
-Si. ¿Me acompañas? Quiero buscar una cosa.

Lucía pidió un diccionario enciclopédico en la biblioteca de la facultad, bastante vacía a esa hora de la tarde.
Encontró lo que buscaba y lo fotocopió en la máquina del centro de estudiantes.
-Espero que esto le sirva a papá –dijo Lucía leyendo el papel que tenía en la mano- pero no creo…

Martín, ya en su casa, esperó el llamado de Claudia Giménez, el que se produjo a eso de las ocho de la noche.
-Martín, ¡No puedo creerlo! -dijo la mujer- Aceptaron la contraoferta para la venta de mis acciones de la empresa. ¡Aceptaron el doscientos cincuenta por ciento sobre el valor tasado, tal como me lo aconsejaste!
-¿Hubo resistencia?
-Ninguna, la escucharon como si fuera algo a lo que estuvieran acostumbrados.
-Martín tampoco podía creerlo y su extrañeza pasaba a ser algo más sombrío. ¿Cómo podía ser que esa gente aceptara un ofrecimiento así sin siquiera regatear?
-¿Algún problema con su cuñado?
-Sonreía como si solo se estuviera hablando de centavos.
-¿Le dijo algo más?
-Solamente que tendrían todos los papeles listos en dos semanas, que había arreglos.
-¿Había otra gente?
-Si, ese accionista titular del tres por ciento de la sociedad uruguaya. No dijo nada en toda la reunión, parecía de alguna manera dirigir a mi cuñado con la mirada y tomaba notas –y finalmente Claudia agregó- Martín por supuesto que te debo a vos esto y te lo voy a recompensar…
-Espere, no se adelante que aún falta lo más importante –Martín no quiso decirle “y lo más difícil”.
A él cada vez le intrigaba más quienes o qué sería El Remanso S.A. Tal vez fuera un fondo de inversiones de tantos. Hay mucho dinero dando vueltas por el mundo después de todo– se dijo.

A poco de colgar volvió a sonar el teléfono, lo atendió. Preguntaban por él.
-Mucho gusto, soy el escribano Ordóñez, disculpe que llame tan tarde pero solo tenía el número de su casa y me imaginé que podría encontrarlo a esta hora.
-Ah si, vi unos papeles que me dejó Esteban con sus datos, tenía que llamarlo.
-Si, tenemos que arreglar el tema de la sucesión –dijo el Escribano.
-No, pero debe haber un error, Esteban ya me había cedido su departamento de Belgrano reservándose el uso y usufructo, hace un tiempo.
-No, yo hablo de otro bien.
-No sé de qué se trata.
-De la propiedad de Córdoba.
-¿Cómo?
Quedaron en verse al día siguiente.
¿Propiedad? ¿Córdoba? ¿Qué era todo eso?