domingo, 12 de agosto de 2007

15. Lucia y Ernesto.

-¿Cómo está tu viejo? -le pregunto Ernesto a Lucia mientras sorbía de su café con leche en un bar cerca de la Facultad de Derecho.
-Mal, no se hablan mucho con mamá. Ah, Me dijo que te quería pedir disculpas por lo de la otra vez.
-¿En serio? -Tiene bolas el tipo- pensó Ernesto.
-Si, pero le dije que no hacía falta, que ya te había hablado yo.
-¡Pero si quiero una disculpa! -dijo enfáticamente Ernesto golpeando la mesa con su índice cerca del lado de la mesa de Lucía y sin dejarla decir nada, le tapó la boca con su mano.


Ella dijo -Me preocupa ¿Sabés? Se hizo unos estudios, pero todavía no nos dijo nada…
-¿Y vos cómo estás?
-Bien, y ahora que terminamos los parciales mejor. Vamos a hacer algo mañana.
-Si -dijo Ernesto- ¿Sabés que se me esta haciendo mas difícil estudiar y trabajar? Sobre todo porque en el laburo cada vez me quieren más tiempo y se lo quité al estudio y a otras cosas. Igual te paso a buscar mañana cerca del mediodía; aunque sea vamos a tomar un café. A la tarde tengo partido.
-¿Una de esas "cosas" soy yo? -dijo Lucía- Ernesto miró al techo como pensando exageradamente y finalmente le dijo -Si, creo que si. -Ella hizo una mueca de sonrisa artificial.
-Vamos a tomar algo al bar abajo de la barranca de Martínez.
-¿Te querés acordar de algo…?
-Quizá. O tal vez sea que me quiero despedir en el mismo lugar en donde empezamos...
-¿Por qué empezamos Ernesto?
-Tal vez pasó que estaba borracho esa noche.
-Ella lo miró con cara de “no me importa”. El le tomó las manos y se las cubrió sobre la mesa. Lucía se quedó observándolo y le dijo -a mi me gusto que me hicieras reír esa noche.
-¿Nada más?
-Bueno también me gustó ese clavel blanco de servilletas de papel de bar que sabés hacer y que me diste. Todavía lo tengo.
-¿Y de mi arrollador atractivo físico qué?
-Tonto. Pero nunca me dijiste porqué te había gustado yo.
-Ernesto pensó un rato, tomó un trago de su café y le dijo. Creo que al principio fué que no me andabas persiguiendo y después fueron... tus ojos brillantes y... -Ernesto no dijo más, porque había unas cuantas cuestiones físicas que habían terciado en la elección.
Lucía era hermosa pero su deseo era distinto al que había experimentado por Valeria. Con ella todo había sido más físico. Algo más instintivo. En fin, Valeria no estaba en el panorama.
-Bueno, algo es algo -Le contestó Lucía.
-Ernesto era bastante tímido para expresar sus sentimientos, prefería darlos por sobreentendidos, pero Lucia siempre le estaba pidiendo que le dijera que la quería. Y él simplemente pensaba que las palabras podían ser huecas a veces. Lucía estaba venciendo su resistencia.
Esa noche comieron los tres juntos, luego de ocuparse del bebé, Martín y Mariana fueron a su cuarto. Mariana se cepilló el pelo y después buscó abrazar el hombro de Martín que ya se había acostado. Él le agarró la cabeza pero sin darse vuelta y se limitó a dejar una de sus manos sobre ella mirando a… la nada.
Mariana le dijo, -Por lo menos dame un beso.
-Hasta mañana -le dijo él dándole el beso casi mecánicamente.
-Mariana suspiró pero él no pudo captar el significado de esa exhalación.
-Qué estúpido. ¿Qué me pasa?. Se dió vuelta e intentó que ella lo mirara.
-No, así no Martín. -Mariana pensó en que no podía presionarlo, pero igual sintió el rechazo, porque era evidente que Martín había tomado la iniciativa por obligación.
Martín se quedó inmóvil mirándola. Ella simplemente cerró los ojos.
El volvió a su lado de la cama.
-Definitivamente, soy un idiota.