domingo, 9 de diciembre de 2007

49. Vértigo.

Por la ventana del escritorio de Martín, en el piso de arriba de la casa, se veía la calle bordeada de Tipas. El cielo estaba cubierto por una fina capa de nubes pero muy luminoso. Allí estaban reunidos los cuatro. Había muchos recuerdos en aquella habitación, fotos y cosas que habían ido juntando con los años. El sitio era muy acogedor. De la reunión participaba Mariana que estaba allí por un motivo preciso. Ernesto, con los papeles desplegados sobre el escritorio, no paraba de hacer anotaciones en un block.

-Solo quiero saber si Lucía está segura y si esto va a volver a pasar. Me respondes eso y me voy –preguntó Mariana no sin ansiedad.
-Creo que no va a pasar, en realidad, querían advertirme a mí y la usaron a ella. Es por ese cliente que tenemos…
-¿Martín, vale la pena todo esto? –dijo ella mirándolo profundamente a los ojos.
Se quedó pensativo. La seguridad de su familia no era algo que pudiera arriesgar. –Mariana, creo que sí. Hay algo gordo detrás de esto y en lo personal creo que vale la pena. No es simplemente un asunto profesional más. Por estos días, de todas maneras, vamos a tomar ciertas medidas. Pero igual quiero que lo decidamos entre los dos. Si vos me decís que lo deje, lo dejo.

No demasiado lejos de allí, en una fábrica cerrada, se desarrollaba el siguiente diálogo. -¿Crees que el abogadito ese recibió el mensaje?
-Me parece que no, a nuestro hombre lo sacaron de la escena muy rápido. Ahí hubo un error de coordinación. No se si la hija le alcanzó a decir exactamente lo que queríamos que repitiera.
-Ya no importa, ahora mira lo que tengo. El hombre desplegó algunas fotos sobre un escritorio de madera.
-¡Qué interesante! ¿Qué hace este tipo en Buenos Aires? El custodio de los Jaramillo Andrade… Estas fotitos valen oro en polvo… Si está éste tipo… ¿Cómo se llamaba el cabrón? Creo que Francisco algo. Los patrones los odian a todos, lo escuché muchas veces. Y ese odio cotiza alto.
-¿50.000?
-Mucho más, te diría que el doble.
-100.000 dólares no está nada mal por unos… digamos media hora de trabajo, más la inteligencia previa, por supuesto. Nada que no hayamos hecho antes por mucho menos.

-Si me garantizas que a Lucía no le va a pasar nada por mí no hay problema.
-No solo es ella quien me preocupa.
Eduardo le hizo una seña a Ernesto –Nos vamos a tomar algo a la cocina. Permiso.
-Mariana, si no creyera que esto es importante no te lo pediría. Tenía pensado que ustedes dos se fueran a otro lado, con Carmen o… se me ocurrió otra cosa, pero preferiría dejarla para un caso estrictamente necesario.
-Bien. Martín, confío en vos. Si creés que vale la pena, adelante.

Mas tarde, Martín, Eduardo y Ernesto revisaban los papeles que habían llevado.
-Estos nombres estoy seguro que son importantes y los números también.
-Si Ernesto, ya te lo escuchamos –le dijo Eduardo, pero no tenemos nada más que tu pálpito.
-Eduardo, creo que Ernesto tiene razón. En veinte minutos llamamos al tipo de Montevideo. Nos dijo que lo hiciéramos a este número y a esa hora. Pero vamos a hacerlo desde otro lado.
Cuando salieron, Mariana les subió algo para comer. Ella sabía que no habían probado bocado desde temprano.
-Tenés cara de cansado -le dijo ella a Ernesto.

-Estos números me marean. Hace días que los miro tratando de entender lo que pueden significar. Ernesto tenía una fotocopia del papel con los números y los nombres. El original, junto a los de lo demás, estaba en la caja fuerte del estudio.
-El maravilloso mundo de los números. Si te puedo ayudar en algo…
-Son éstos.
-Cien –dijo Mariana.
-¿Cien qué? Le dijo Ernesto.
-Esos tres números suman cien.
-¿Cómo?
-Si, cien exacto. Se ve de un vistazo. Bueno, yo lo veo, soy Analista de Sistemas. Muchas de las cosas que hago tienen que sumar siempre cien. 35, 40 y 25, los tres suman eso.
A Ernesto se le iluminó la cara. -¿Qué podrían ser?
-Se me ocurre que podrían ser porcentajes…
En ese momento entraron Martín y Eduardo.
-Ernesto, tenías razón. Ese papel es importante porque se lo olvidaron los tipos que inscribieron la sociedad en el registro uruguayo. Esos nombres y esos números son una pista.
-Mariana dice que son porcentajes.
-Permiso… Ah, ahí tienen algo de comer -dijo ella escabulléndose. No quería saber de que estaban hablando. Los tres le dieron las gracias.
Martín lo pensó -Es posible. Si… Pueden ser… ¡Porcentajes de participación en El Remanso!
-Pero los que figuran en los papeles del registro son otros… -dijo Ernesto.
-¡Pero estos serían los dueños reales de cada parte! ¡Esos tres son los verdaderos dueños del Remanso!
-Y lo ocultan con los prestanombres uruguayos. Si, se suele hacer. Generalmente son jubilados, sin actividad económica, o gente muy humilde a las que se les ofrece pagarles algo para que acepten figurar. Casi nadie se resiste, se paga bien. Ellos no tienen idea para que se utilizan esas sociedades. Bueno, nosotros en este caso tampoco… -dijo Eduardo
Martín finalmente contestó –Creo que pronto lo vamos a saber.

¡Hicimos negocio! Y por 200.000, sólo para empezar.

-¿Por qué a ella? ¿Qué tiene que ver?
- ¿Es la mujer del tipo, no? Además que nos importa. Nos ocupamos del “paquete”. Nos llevamos nuestra parte y a otra cosa.
-No va a ser fácil.
-Solo hay que esperar un descuido, un pequeño descuido. Además no están advertidos.
-¿El auto que vigila al abogado sigue ahí?
-Si, claro, como todos los días.
-Además fuera de toda sospecha. Muy conveniente.
-Brindemos por la prosperidad de nuestro lucrativo negocio.
Los dos hombres chocaron los vasos de whisky para brindar por el nuevo crimen que cometerían.