domingo, 29 de julio de 2007

11. Dos cafés.

Ese lunes Martín se levantó temprano, no desayunó, fue a ver al médico y se hizo unos análisis.
Llego al estudio a eso de las once con una docena de medialunas. Celia les añadió un jarro de café.
Al rato llego Eduardo que no se había afeitado la barba.
-¿Y la afeitada?


-Verónica se convenció de que soy absolutamente irresistible así.
-Se vé que tardaste un poco en convencerla porque mirá la hora que es -le dijo Martín riéndose.
-Es que fuí a llevar las armas a limpiar.
Eduardo era aficionado al tiro deportivo desde que uno de sus clientes, un tanto alterado por una causa penal que no había salido como hubiera querido, le había puesto una cuarenta y cinco milímetros en la sien derecha y al irse había decorado el frente de su casa con tres tiros.
-No me gustan las armas, ya lo sabés.
-Si, pero las traje a la caja fuerte de mi despacho, en casa no las dejo, por los chicos.
-Mmm. contáme lo de Bioalimentos.
Eduardo le expuso la situación del cliente de Córdoba, mostró alguna documentación y opinó sobre lo que le parecía que debían hacer.
-Doctor esta presente la Sra. Giménez de Lorea -Les avisó Celia con cierta afectación en la voz.
-Los dos hombres captaron la indirecta y se miraron como preguntándose qué iba a pasar ahora.
-Yo me arreglo -dijo Martín.
-Cualquier cosa me chistás, igual voy a estar escuchando detrás de la puerta -dijo en broma Eduardo.
-Si, claro y hacéle un lugar a Celia de paso.
-Ella no necesita estar para saber lo que va a pasar acá porque es bruja.
-¡Ya lo escuché! -gritó Celia desde afuera.
No había arreglado ver a la mujer, solo que le mandaría unos documentos,
Apareció en el despacho una muñequita rubia de no más de seis anos, con un tapado celeste y un gracioso flequillito que le llegaba casi hasta los ojos, de un color azulino semejante a los de su madre.
Claudia avanzó hacia él con una tímida sonrisa y le presentó a su hija menor.
La muñequita le extendió la mano como si fuera una princesa. Los dos rieron.
Martín no dejo de notar que Claudia se veía mas tranquila que la última vez que la había visto, lo que le daba un aire lánguido y un raro... un no se qué.
Agradeció para sus adentros que no hubiera venido sola, en ciero modo la presencia de la hija de Claudia lo tranquilizaba, le evitó el nerviosismo del encuentro anterior.
-Le traje lo que me pidió y mañana le hago llegar el poder. -Dijo la mujer con tono de estar haciendo su parte de la tarea. Hablaron sobre la empresa de su padre y de su cuñado que seguía sin darle explicaciones sobre lo que hacia con el negocio familiar.
Se despidieron. En la puerta estaba Eduardo que forzó la presentación.
-Ahora entiendo más, no esta nada mal la viudita. –Dijo Eduardo, socarrón.
Entró Celia: -¿Quieren un café o agua helada? –dijo con tono de "Si, soy una bruja ¿Y qué?".
Los dos abogados se miraron y soltaron una sonora carcajada. Celia los conocía bien a los dos.
-Martín, llamó su tío Esteban- dijo la mujer-. No quiso interrumpir, y pidió que lo llamara después.
-Gracias Celia, el agua no hace falta, mejor ¿Pueden ser dos cafés?.