domingo, 28 de octubre de 2007

37. Diálogo sobre lo rutinario y otras cuestiones.

Tuve mucho miedo.
-Una situación de peligro semejante lo despierta naturalmente –dijo el doctor Víctor –no era para menos.
-Pero tuve más cuando vi a esa mujer tan parecida a Mariana.
-¿Por qué más?
-Porque de alguna manera sentí que podía perderla al ver ese calco de ella ahí inconsciente. Me recordó cuánto la necesito.
-¿Te parece que un mes atrás te hubiera pasado lo mismo?
Martín pensó unos segundos antes de responderle. –No, creo que no. Hacía falta algo extraordinario para que tomara conciencia…
-El contraste ayuda a distinguir con más claridad. Las luces y sombras permiten captar el relieve de las cosas. Pero me parece que ya lo estabas viendo.
-Si, es verdad, empecé a percibirlo así desde hace un tiempo, pero ella tiene mucho mérito, me hizo notar cosas también y me las dijo de un modo...
Pero, con el accidente lo percibí desde una perspectiva mas personal, como si dependiera de ello, quiero decir, como si mi vida tuviera sentido a partir de ella.
-Ese es el estado normal de alguien que quiere de verdad Martín.
-Me sentí egoísta. Como si Mariana fuera una droga de la que no quiero desprenderme. Con miedo a perderla además.
-Una comparación curiosa pero acertada –dijo el doctor con una sonrisa- Amar es depender. Es una sana dependencia en todo caso. El amor también tiene ese componente, el miedo a perder lo amado. Solo los místicos no han tenido ese miedo porque confiaban en que su amor no los abandonaría. En su literatura se puede ver claramente esa concepción del amor sin el componente del temor a la pérdida.
-Creo que haber salido de la rutina de lo diario me ayudó también.
-¿Pensás que la rutina es algo que te agobia?
-Todos los días, cuando bajo del tren, veo el andén en Retiro lleno de gente. Somos como hormigas saliendo de un nido inmenso. Ser uno más en ese montón a veces me agobia, como si fuera alguien anónimo…
-Pero, cuando volvés a tu casa, siguiendo el recorrido inverso y le das un beso a Mariana, también eso representa una rutina.
-Si… Usted quiere decir que no todas las rutinas son agobiantes.
-Hay que buscar, en todo caso de las que nos hacen bien. Es cierto que algunas son inevitables. Hay que identificarlas. La palabra rutina no tiene porqué ser sinónimo de agobio. Nuestra vida está llena de ellas pero no todas son disvaliosas.
-Si, ya comencé a crearme otras –Martín pensó en las que había provocado y las que tenía en mente todavía.
-Veo que hay más cambios en marcha. ¿Es eso lo que querías, verdad?
-Si, y hasta ahora las cosas parecen ir bien. Si.
-¿Algo que te haya molestado especialmente?
-Ayer Verónica me hizo acordar a Carlos, usted recuerda quién es.
Parece como si todo lo sucedido respecto de él estuviera siempre presente.
-Hay cosas que el tiempo se encarga de acomodar, otras veces están allí, como esperando su turno para que las arreglemos.
-Creo que no quiero saber nada con él. Es decir, no quiero volver sobre lo que pasó. No querría nunca tener que enfrentarme a él por nada.
-¿Nunca enfrentarte?
Bueno, quiero decir que preferiría no cruzarme con él… -por la cabeza de Martín pasaron muchos recuerdos, ninguno grato y percibió cierto sabor amargo de derrota, pero no se atrevió a mencionarlo. Simplemente no quería pensar en ello. El médico notó que aquello era algo que Martín no tenía claro, prefirió no ahondar, preguntándole otra cosa.
-¿Te gusta tu trabajo? Es decir ¿Hay algo en él que te agobie?
-Estuve pensando bastante en eso. Me gusta lo que hago, pero creo que me ato demasiado. Por ejemplo al horario. Siempre fui muy riguroso con ello. Como si tuviera un mandato interno de comenzar a una hora determinada y acabar a otra precisa. No tengo una relación de dependencia y me comporto como si realmente existiera. Eso es algo de lo que me voy a ocupar. Manejar mis tiempos, porque me es posible hacerlo y dedicarme tal vez a otras cosas pendientes… -Martín no siguió pero se dio cuenta de que Víctor se lo preguntaría de todas formas- dejé un doctorado a medio terminar.
-Interesante.
-Eso fue cuando se enfermó verónica.
-¿Por qué no lo continuás ahora?
-No, en realidad perdí interés. En esa época me gustaba la enseñanza universitaria y para eso lo hacía. No tengo el entusiasmo. Acumulé mucho material en ese tiempo, pero creo que hoy ya no tendría sentido seguirlo.
-Probablemente debe haber otra actividad que te atraiga.
-Antes escribía…

-Martín, lo que existe es el ahora, ni lo pasado ni lo futuro pueden ser vividos. No podemos cambiar el ayer, ni conocer el mañana. Se puede ser previsor, pero nada más. Hoy es el tiempo en el que podés ser feliz, hacer cosas. Podemos ser felices en el momento actual. El ayer no puede ser cambiado y el mañana no lo conocemos. Pero el hoy, el ahora, hay que vivirlos sin pesares del pasado o ansiedades por el futuro que ni siquiera sabemos si llegará.
Ahora es cuando podés fortalecer esos vínculos de amor con tu mujer, tu hija, tus amigos. Podés ayudar a quien te rodea y hacerlos felices también. La conciencia del tiempo presente hace que prestemos más atención a las personas que nos rodean, a sus necesidades, nos comunicamos mejor con ellos.
Por ejemplo, Si te gusta escribir ¿Por qué no lo hacés?
Viví el presente, es un sano ejercicio. Que no te agobie el pasado. Aprendé de los errores de los demás.
-Esteban…
-Por ejemplo. El, por lo que me contaste, no pudo desprenderse del recuerdo de ese amor que se le fue, y vivió con esa herida sin cicatrizar, que también te afectó a vos de alguna forma. No me refiero a culpabilidades que no tiene por qué haber, tampoco correspondería juzgarlo, pero ahora es un ejemplo de todo lo bueno que fue pero también de lo que sufrió.

Emprendió el camino de vuelta, pensando en todo aquello y en el recibimiento de Mariana de esa tarde, igual al de ayer, al de casi todos los días.