miércoles, 31 de octubre de 2007

38. Los que llegan.

Esa mañana Martín salió temprano y corrió cinco kilómetros. No estaba nada mal. Había ido mejorando de a poco y estaba bastante conforme con el resultado obtenido.
Mientras desayunaba con Mariana dijo -No quiero ir a trabajar.
-Parecés Lucía cuando era chiquita y no quería ir al colegio cuandi tenía una prueba o simplemente quería dormir -le dijo ella risueña.
-Si, pero tengo que ir. Después te llamo para contarte cómo fue todo.
-Tal vez quiera hablar con vos antes…
Mariana recibió un beso por toda respuesta.

El cielo era especialmente luminoso en aquellas cuadras arboladas que separaban su casa de la estación del tren.
-Entonces ¿Te parece bien la idea?
-Si, si, la verdad es que ahora el tiempo nos va a venir bien… Eh…
-¿Si?
-Eh…
-Si “Eh”, ya te escuché ¿Eh qué?
-A Verónica y a mi digo, nos va a venir bien el tiempo extra. Ella… está embarazada.
-¡Qué bueno gordo! Martín le dio un abrazo a Eduardo a quien por poco despanzurra.
-Gracias enano. Estamos contentos, pero Verónica se asustó un poco al principio, por la edad.
-Todo va a salir bien, vas a ver. Además ella es joven tiene treinta y ocho años.
-Si, supongo que sí. Ayer, pasado el tercer mes decidimos que lo íbamos a empezar a contar.
Martín se alegró por ellos pero en el fondo algo ensombrecía la noticia que le había dado su amigo… no entendía que podía ser.
-Doctores, afuera está la persona que esperaban –les avisó Celia, solícita.
-Ahí viene el chico.
-Ya lo voy a calar nomás por la pinta.
-No seas prejuicioso, además recordá que está saliendo con Lucía…
-¡Ja!, “saliendo”.Sos un antiguo. ¿No era el novio? -Eduardo sabía que Martín deliberadamente evitaba la palabra "novio" para referirse a Ernesto.
Lo recibieron los dos en el despacho de Martín.
-Pasá, cómo estás. Los tres se dieron la mano.
-Bien, gracias –dijo Ernesto. A pesar de que se manejaba con soltura, demostraba cierta incomodidad. Era evidente que no estaba acostumbrado a usar ropa formal. En realidad que se lo hubiera puesto, era una señal de respeto en ese mundo de abogados de traje gris y zapatos negros bien lustrados. Además. No todos los días uno iba a una entrevista de trabajo con el padre de su novia.
Martín explicó cuál era el motivo de la búsqueda de una persona de su perfil.
Trató de separar el conocimiento que tenía del chico para evitar subjetividades y que se mezclaran demasiado las cosas. Mientras tanto Eduardo estudiaba a Ernesto con la mirada y se decía, sabiendo que era prejuicioso –Si este pibe jugó, debe ser bueno - El “jugó” en el caso de Eduardo, significaba haber jugado al rugby. No había caso, era su deporte favorito, el único que valía la pena y en el que además había sido muy bueno.
-Eso es lo que tenemos para ofrecerte. ¿Estás conforme?
-Si, además lo de los horarios son compatibles con los de la facultad.
-Nos interesa que estudies y que te recibas, es beneficioso para todos.
-¿Hay algún campo que te interese más? -preguntó Eduardo.
-Me gusta el derecho empresario… pero definitivamente prefiero todo lo penal.
-Bien -pensó Eduardo.
-Qué mal –pensó Martín.
-Bueno acá hacemos de todo un poco –dijo Martín- pero Eduardo es el especialista en temas penales.
-Eduardo fijó la vista en Ernesto tratando de buscar en alguna de sus reacciones algún punto débil. El derecho penal tampoco era para cualquiera, según su visión. El chico lo notó y le devolvió la mirada con la misma disimulada fiereza.
-Bueno entonces ¿Estarías dispuesto a empezar cuando te confirmemos?
-Si no tienen inconveniente, en el caso de que se decidieran, me gustaría terminar el mes con mi trabajo actual, no quisiera irme dejando el cargo sin cubrir.
-Parece justo, dijo Martín.
Terminaron de hablar algunos detalles e intercambiaron algunas impresiones.
Cuando se fue, Martín dijo -¿Y, qué te pareció?
-Me parece que es demasiado alto para Lucía.
-Martín pasó por alto la broma y le dijo ¿Lo incorporamos o no?
-Si enano. En realidad me cayó bien. Además si jugó y le gusta el derecho penal…
-Bueno pero vamos a hacer que aprenda un poco de todo. Como nosotros cuando empezamos…
-Si… cuando conseguimos los primeros clientes. Me acuerdo que primero hicimos algo para el padre de Mariana y de ahí siguió lo demás.
-Si. Fue duro pero bueno aquello.
Martín se quedó pensando mientras revisaba papeles el por qué la noticia que le había dado Eduardo lo había alegrado pero a su vez, de alguna manera, lo había entristecido.
Respiró profundo y apoyó su espalda reclinando hacia atrás el sillón. Se sintió muy mal por lo que descubrió. Era simplemente envidia. Eduardo podía ser padre otra vez y él no. Pero, no podía tenerle envidia a Eduardo, era su amigo… pero si se la tenía. El ya no podía ser padre porque Mariana…
-¡Basta!- se dijo a sí mismo. Mientras salía de su despacho e iba a lo de Eduardo pensó en aquello que le había dicho Víctor el día anterior “El ayer no se puede cambiar y el futuro no existe, se puede ser feliz solamente hoy” o por lo menos esa era la idea.
-Eduardo, me alegro mucho por lo de ustedes –le dijo mientras le apretaba fuerte el brazo izquierdo- En serio. ¿Ya lo sabe Mariana?
-Seguramente sí.
-Vamos a festejarlo los cuatro juntos. Yo invito.

-Hola mi amor.
-¿Cómo te fue? –respondió Lucía.
-Convencí a tu padre de que no hay otro mejor que yo y no pudo resistirse.
-¡Yo sabía! Te dije que te iba a ir bien. Mi viejo y Eduardo son tipos muy buenos.
-Ese Eduardo me miraba medio mal.
-No, es un tipazo. Ya lo vas a conocer.
-¿Jugaba de pilar?
-Qué se yo. Pero lo logramos, ahora vas a tener más tiempo para estudiar y para mi ¿No?
-Si, gracias a Dios.