miércoles, 5 de septiembre de 2007

22. Caymanes y perfumes

Lo que Martín soñó era algo curioso: Una mujer, cuya cara no alcanzaba a distinguir, le decía: “Come on baby, come with me, come with…” -entrevió su cabello castaño oscuro, corto y recordó unos labios rojos enmarcados por un rostro muy blanco pero no logró captar las facciones que presentía jóvenes ¿Su madre tal vez? Tenía la sensación de que en ese sueño esa mujer le resultaba familiar y que él era un niño. No estaba del todo seguro de esto último pero ¿Por qué, su madre o, quienquiera que fuese la mujer del sueño, le hablaba en inglés?
Mariana lo saludó como antes, con el beso en la cara con espuma de afeitar. El le respondió con otro, olvidándose del jabón. Ella reía mientras se limpiaba la cara llena de jabón con una toalla. Desayunaron juntos en la cocina a la luz blanca de esa mañana de invierno.
Martín sabía que Eduardo estaría esperando que le contara lo que había pasado la noche anterior. Al llegar al estudio saludó a Celia, y ella en el acto comprendió que todo había salido bien. Pero saldría mejor con lo que había planeado para ese día y que no contaría a nadie. Se había encariñado con esos dos abogados que de alguna manera contribuían a llenar su vida, que por otra parte no estaba vacía.
-Hola gordo. –dijo Martín como si fuera un día cualquiera.
-Bueno… ¿y?
-¿Y qué?
-Mariana, vos…
-Ah si, estuvimos hablando de pintar el techo del garaje porque la humedad…
-Idiota.
-Ja, todo bien… Muchas gracias –Martín hizo algo inusual en él: abrazo a Eduardo a lo ancho de la maciza humanidad de su amigo, quien se quedó inmovilizado, aunque conmovido, ante semejante muestra de afecto no esperado.
Para cambiar de situación, con la cara más colorada de lo habitual, Eduardo dijo -Tengo un sobre con los papeles de Montevideo por lo de esa S.A. El Remanso.
-Ah si, dame a ver. Accionistas individuales: ninguno. 100% propiedad de Backwater Inc. con sede en Gran Cayman… Uf. La consabida sociedad off shore armada para pagar menos impuestos… y de paso hacer turismo en una isla paradisíaca. Dirección de Contacto P. O. Box 1865 GT Cardinal Avenue, George Town Grand Cayman…. Leyó un rato y finalmente dijo:
-Gordo, decíle a ese tipo de Montevideo si puede averiguar los contactos de Backwater allí, alguien tiene que haber.
-Dr. la Sra. Giménez de Lorea al teléfono –le avisó Celia.
-Martín quieren que venda, quieren ampliar el capital en un… quinientos por ciento. ¿Puedo llevarte los papeles a la tarde?
-Si, cuanto antes mejor, le paso con Celia para que agenden la hora ¿Bien?
-Ah, gracias, confío en vos…
-Martín notó el tuteo, que antes no había existido, pero no le dio importancia.
-Quinientos por ciento de aumento de capital, eso no lo había visto nunca. Representaba muchísimo dinero y era raro hacer una capitalización de esa manera.
A la tarde concurrió a su despacho Claudia Giménez otra vez con su hija, quien estaba feliz con una pequeña muñeca que parecía nueva, a juzgar por la caja. La mujer se veía recompuesta en comparación con la última vez que la había visto. Sin duda era bonita y la solicitud de ella hacia su hija chiquita ciertamente le daba un atractivo extra, pero no pensaba darle ninguna vuelta al asunto. Mariana le bastaba para alejar cualquier fantasía que se pudiera hacer.
-No tenemos opción, Claudia -dijo Martín- o compra usted o compran ellos.
-¿Quiénes son ellos? Mi cuñado no puede ser, no tiene con qué.
-No sabemos con certeza. Estamos tratando de averiguar pero nos falta información. De todas maneras tenemos una carta en la manga que pienso utilizar. ¿Tiene los papeles de comunicación de la opción de compra?
-Si aquí están.
¿Claudia, está dispuesta a vender su parte de las acciones?
-Si, si fuera razonable lo que ofrecen. No voy a regalar lo que mi padre logró en tantos años y mi marido ayudó a hacer crecer antes de morir. La verdad es que la relación con mi cuñado no tiene futuro, creo que es mejor así.
-Comprendo. Necesitaría ciertos datos, ¿Hay alguien dentro de la empresa en quien podamos confiar?
-Si, Anita era compañera mía del secundario, trabaja en compras.
-Bien. Por favor ubíquela en su casa, no en el trabajo, dígale que la voy a llamar yo.
-¿Algo más?
No, por ahora no.
-Bueno, creo que eso es todo, gracias.
Se fueron las dos acompañadas por Celia, que tenía una extraña sonrisa.
-Bueno -se dijo Martín- a trabajar con todos esos papeles.
Al otro día tendría que ver al psiquiatra. La idea le resultaba bastante incómoda pero estaba dispuesto a buscar ayuda como fuera.
Recordó el sueño de la noche anterior y quiso intentar despejar la duda con su tío Esteban.
-Hola Esteban ¿Cómo estás? Después de los saludos y de hablar sobre algunas cosas que tenían pendientes, Martín preguntó:
-Esteban ¿Mi madre hablaba inglés?
-¿Cómo?
-Que si recordás que mi madre hablara inglés.
-No, no sabía una palabra, pero hablaba muy bien francés ¿Por qué?
-No, nada, no tiene importancia.
Quedaron en comer todos juntos, Esteban insistió mucho en verlos a los tres.
Al anochecer llegó a su casa. Mariana lo recibió en la puerta otra vez. Al besarla lo notó y sonrió. Ese perfume en especial solo podía significar una cosa.