miércoles, 15 de agosto de 2007

16. La barranca

Mariana tenía ganas de hablar y le propuso a Martín ir a ese lugar abajo de la barranca de Martínez, que tenia vista al rió.

Él aceptó enseguida, quería tratar de compensarla de alguna manera por lo de la noche anterior. Habían dejado al bebé con una amiga de Lucía que a veces lo cuidaba si ellos necesitaban salir.
Cuando entraron al bar, Mariana quedó sorprendida: En una esquina, estaban Lucía y Ernesto. Él la estaba besando y no había nada que pudiera hacer para evitar que Martín los viera. No va a pasar nada -se dijo, dando crédito a la actitud que tendría Martín-. Al entrar él, sin alcanzar a distinguir el beso, los vio; se adelantó y acercó a la mesa.
Los chicos no lo vieron llegar.
-Hola -les dijo, como si el encuentro le pareciera lo más común del mundo.
Mariana había apurado el paso para ponerse a la par de Martín.
Lucía, nerviosa, se vio en la obligación de decir: -¿Quieren sentarse...?
Los segundos pasaron lentamente. Mariana, Lucia y Ernesto pensaron casi al mismo tiempo "¡Que diga que no! Por favor ¡Que diga que no!," -Martín respondió como mejor pudo -No, muchas gracias, hablen tranquilos, después nos vemos. -Mariana suspiró aliviada y buscó una ubicación desde la cual Martín no pudiera ver a su hija y al chico.
-Martín quiero que después de este bebe, por lo menos por un tiempo, no recibamos ningún otro.
-La propuesta lo tomó por sorpresa.
-¿Por qué?
-Porque vos estás mal y no estamos en condiciones, ninguno de los dos, de seguir con eso. Creo que necesitamos más tiempo para pensar algunas cosas.
-Instintivamente Martín trató de mirar hacia donde estaban su hija y Ernesto. Mariana lo tomó del brazo y le dijo –Vinimos acá para hablar más tranquilos pero si te vas a distraer, podemos ir a otro lado o volver a casa.
-No, está bien.
Mariana continuó: -Yo puedo esperar a que superes lo que sea que te pase pero no entiendo porqué tenés que excluirme. Cuando llegás, ni siquiera me preguntás sobre el desarrollo de software para esa empresa de comunicaciones en el que estoy trabajando y que sabés que me ilusiona. Soy una especie de repentino fantasma en tu vida. Desde hace un tiempo que ni siquiera me tocás... Por favor, decíme algo porque sino voy a pensar que no te intereso más o que… hay… otras cosas… que te interesan más que yo. Vos no sos así. No eras así. -Martín tuvo que obligarse a responder -¿Creés que me gusta estar así?
-Que me digas eso ya es algo ¿Vés? Lo que si parece que te gusta es llevarlo solo y no compartirlo con nadie, por lo menos no conmigo y eso si me molesta, es más, me duele.
-Mariana se fue soltando y ofuscando ante la mirada resignada que le devolvía Martín, y continuó:
Nunca te lo comenté pero siempre quise trabajar afuera, Lucía ya se las arregla y no va a estar más el bebe. Te gusta que te espere al llegar del trabajo y lo hago porque lo sé, además a mi también me gustaba esperarte, pero en vista de lo que pasa, no va a ser más así. Voy a buscar trabajo afuera de casa. –Mariana dijo esto para ver la reacción de Martín, no sin cierto remordimiento. Su trabajo de Analista de Sistemas lo hacía desde la casa hasta ese momento.
-No te puedo impedir que lo hagas… si querés –dijo Martín volviéndose a sentir un idiota… como la noche anterior.
-¡No te das cuenta que lo que quiero es que reacciones! ¡Que hables! ¡Que me digas algo! –gente de otras mesas miraba con curiosidad, ya que Mariana había ido levantando un poco la voz. Lucía también se había dado cuenta de que algo no iba bien en la mesa de sus padres.
Martín buscó en su cabeza y le contestó -No… hay mucho que pueda decirte. Debe ser cansancio. –En realidad podría haberle dicho algo más, pero no sabía cómo. Estaba terriblemente incómodo, jamás le había pasado eso con Mariana. Nunca. Parecía un extraño allí sentado frente a ella sin poder decirle que… su vida parecía no tener sentido. No, no podría hacerlo.
Pensó en salir de esa situación asfixiante de cualquier modo. Se puso de pié y caminó a la mesa de los chicos. Mariana lo miró incrédula, mientras Martín decía, ya en la mesa de su hija: -Dónde pensaban comer?
-Eh... no lo habíamos pensado -dijo Lucía.
-Vamos a casa. ¿Vos jugás más tarde no? le dijo Martín a Ernesto.
-Si...
-Bueno entonces vamos a casa y comamos bien.
Mariana tenía otra cosa preparada para el almuerzo pero Martín quiso que Ernesto comiera pastas que le preparó él mismo.
-El chico comió sin decir mucho.
Hablaron de cosas triviales ese mediodía. Mariana casi no pronunció palabra.
Cuando Ernesto se fue, Martín le dijo a Lucía: -Cómo pedido de disculpas está bien, creo. Hubiera sido demasiado darle de comer en la boca ¿No?
Lucía lo miró agradecida pero inmediatamente cruzó una mirada con su madre que permanecía silenciosa sin poder entender porqué Martín no había reaccionado a lo que ella le había dicho. El problema parecía más serio de lo que creía.
Esa tarde, Martín deliberadamente quiso salir de la casa, buscó el coche y manejó para la costa. Afuera estaba bastante nublado y había viento.
Mariana, cuando salió Martín, levantó el teléfono y marcó un número.