domingo, 23 de septiembre de 2007

27. Búsqueda.

¿Cómo diablos había ido a parar ese papel membretado a su casa?
Mariana no lo había colocado allí, tampoco Lucía ni la señora que venía algunas veces por semana a ayudar con la casa. El teléfono misterioso no era el de algún banco en las islas Cayman, ni siquiera el de alguno del barrio: pertenecía a un local de compostura de zapatos, que por otra parte quedaba cerca de allí y que además tenía su correspondiente imán adherido a la heladera, con lo que sus esperanzas de graduarse en investigador privado aficionado quedaron truncas antes de empezar. No pudo resolver el enigma.
Tenía que ver a Ana, amiga de Claudia Giménez, que le contaría algunas cosas de esa empresa que él no acababa de entender.
-Enano, te hice caso y empecé a nadar -le dijo Eduardo sonriente ya en el estudio.
-Uf gordo, te van a cobrar extra por el agua que se debe derramar cuando te zambullís.
-No tanto, Verónica me puso a dieta, no se porqué, no la necesito… -dijo su amigo con cara de infante al que le han prohibido los chocolates como penitencia -¿Y vos? ¿Vas a empezar a hacer algo?
-Si… debería…
-Que tal todo por tu casa, ¿Los chicos? ¿Verónica?
-Verónica está un poco cansada estos días pero gracias a Dios los chicos se portan bastante bien. ¿Por qué no venís el domingo a casa un rato? Ya sabés que siempre te quieren ver. Además me sale más barato que alquilar un payaso.
-Se ve que nadar te mejoró el humor. Bueno voy a ir un rato.
El sol blanco de ese día se reflejaba en las baldosas de la plaza que se divisaba desde el estudio y las palomas iniciaban una y otra vez su vuelo ritual sobre la zona de Tribunales, como en oleadas, dirigidas por quién sabe quien, todas para el norte, girando luego otra vez al sur.... Ese lugar no sería el mismo sin las palomas, vestidas de gris, como los abogados que cruzaban ese parque en todas direcciones,
-Hola Ana, mucho gusto. Ana era una mujer no muy alta, de cabello castaño, y demasiado delgada, según le pareció.
-Claudia me dijo que usted quería saber algunas cosas de la empresa. –La fábrica de la familia de Claudia producía bases para detergentes que después se vendía a otras compañías que los distribuían con sus marcas.
-Desde hace un tiempo las cosas son un poco distintas por allí, pero no hago preguntas. Parece que nadie las hace porque todos están conformes con lo que les pagan –dijo Ana.
-¿Todos? –preguntó extrañado Martín. Eran bastante frecuentes los problemas gremiales y los juicios de ex empleados. Lo sabía muy bien porque tenía otras empresas industriales como clientes.
-Si, parece que quieren tener a la gente satisfecha en lo económico y por eso no hay problemas de ningún tipo en ese aspecto.
-Hableme de su trabajo.
Como resultado de lo que la mujer le dijo Martín obtuvo bastante información. El objeto de todo era lograr el mejor arreglo económico para la venta de acciones que había decidido Claudia, la que había acudido a él, temiendo que se aprovecharan de su inexperiencia.
Algunos datos que Ana le había dado eran inusuales. La facturación crecía, mes a mes, pero no había un correlato en el aumento de compras de materias primas ni en la distribución. Se pagaba a los transportistas lo mismo o un poco más que hacía seis meses porque se despachaban las mismas cantidades. Del mismo modo, se compraban iguales cantidades de tambores de plástico que se usaban para envasar el producto a los compradores. Ni uno más, ni uno menos que seis meses atrás.
Raro, pero si la facturación había crecido, eso implicaba un mejor precio para la parte de su cliente. Ya tenía delineada una estrategia y un plan alternativo por si no daba resultado. No quería aparecer es escena para evitar suspicacias. Lo dejaría como último recurso.
Se reuniría por la mañana del día siguiente con Giménez Lorea, porque por la tarde se había fijado la reunión de Directorio en donde ella escucharía la oferta que le hicieran y que rechazaría haciendo una contrapropuesta osada. No tenía nada que perder. Ella lo haría bien, estaba defendiendo los intereses de sus hijos, en los que pensaba cuando le hablaba de todo esto. Después del período de luto por la muerte de su marido, había reaccionado con mucha fuerza y no estaba dispuesta a ceder ni un ápice de lo que veía como legítimo acervo familiar.
Al salir de la oficina, Martín pasó por una casa de deportes y se compró un par de zapatillas, las que tenía estaban bastante rotas pero, como suele pasar, eran cómodas y se había propuesto empezar a hacer alguna actividad física. Correría. Si a Eduardo le había hecho bien, por qué no a él.
Mariana no estaba en casa, se habían ido con Lucía a acompañar a Carmen que estaba un poco resfriada.
Era temprano aún, no estaba oscuro, y decidió aprovechar lo que quedaba del día para empezar a correr. Se puso el equipo deportivo, sus zapatillas nuevas y salió, como había visto que hacía mucha gente, por los alrededores del hipódromo de San Isidro.
Su amor propio se vino abajo cuando vio que pudo correr menos de tres kilómetros. Quedó exhausto. Sabía que tenía posibilidades de mejorar. Bueno, desde donde estaba todo podía ser mejora…
Se duchó, comió algo liviano y se quedó dormido, sin esperar la llegada de Mariana, cosa que tenía intención de hacer.

Twinkle, twinkle little star. How I wonder what you are. Up above the world so high…” Una hamaca de cadenas y él columpiándose empujado por las suaves manos de una mujer de vestido blanco y un extraño gorro. Un rostro pálido, y labios rojos que brillaban en una sonrisa cálida, de la cual podría decir, casi sin temor a equivocarse, que era maternal.
No recordó los ojos, pero si esas manos, también muy blancas y delicadas que ahora lo sostenían con cariño ayudándolo a bajar de ese columpio, porque él era un niño, de no más de dos años, con su pantaloncito gris de franela, sweater y gorro de lana azul. Ella no dejaba de cantar aquello que continuaba así “…Like a diamond in the sky Twinkle, twinkle little star. How I wonder what you are...” Esa escena tuvo una duración indefinida, como la de los sueños de todos los hombres del mundo y fue feliz allí, en ese jardín que imaginaba grande y apenas distinguía.
Si solo hubiera visto sus ojos podría saber…

7 comentarios:

Makiavelo dijo...

Bueno, dejaste al personal con la boca abierta en el post anterior, como cuando se asiste impávido a una película de terror. Me gustó el símil que estableces entre las palomas vestidas de gris y los abogados, en alguna ocasión también lo empleé pero con cuervos. La Gimenez Lorea lo tiene claro, me alegro por ella, y muy bueno el sueño del columpio, muy evocador.

Vill seguiremos enganchados al serial.

Un saludo y felices sueños.

gabrielaa. dijo...

todavía no pude leerlo - mail sent

Luci dijo...

“Twinkle, twinkle little star. How I wonder what you are. Up above the world so high…” Una hamaca de cadenas y él columpiándose empujado por las suaves manos de una mujer de vestido blanco y un extraño gorro. Un rostro pálido, y labios rojos que brillaban en una sonrisa cálida, de la cual podría decir, casi sin temor a equivocarse, que era maternal.
No recordó los ojos, pero si esas manos, también muy blancas y delicadas que, ahora lo sostenían con cariño ayudándolo a bajar de ese columpio, porque él era un niño, de no más de dos años, con su pantaloncito gris de franela, sweater y gorro de lana azul. Ella no dejaba de cantar aquello que continuaba así “…Like a diamond in the sky Twinkle, twinkle little star. How I wonder what you are...” Esa escena tuvo una duración indefinida, como la de los sueños de todos los hombres del mundo y fue feliz allí.



Inmejorable párrafo y preciosa evocación.
Todo lo de El remanso (que es parte del nudo argumental) me aburre muchísimo, pero eso es porque desarrollé fobia a la profesión de abogada después de 25 años de litigar en Lomas de Zamora.
Soy de las que más resistió al sistema pero a la larga cualquier abogado se volvería no gris, sino negro en esos pasillos oscuros.

Soy yo dijo...

Me gustó mucho este capítulo, entre misterioso y delicado.
Te veo el miércoles, saludos
PD.: Qué difícil debe ser dedicarse a la abogacía.

peregrina dijo...

Veo que es parte de algo más, pero este pedacito al que asomo es un relato rico, con pinceladas ricas de Buenos Aires. Excelentes hallazgos metafóricos, prolija prosa....
Ha sido un placer!

Natasha dijo...

...

Saludos Vill, tienes un bonito blog

veo que escribes espeso y con un prolijo entramado muy tupido.

agradezco tu visita y tus buenos deseos, pero no todo depende de mí…

ya sabes, es cuestión de trayectoria, si recuerdas que no eres simplemente un cuerpo, entonces puedes dar un paso atrás, y ver que tu deseo por si mismo no tiene valor... precisas del PEL

de todas maneras no me consuelo tan fácilmente soy enemiga de toda re-a-signación, no puedes entonces pedir un premio, ni una caricia, ni un verso hecho beso. allí ellas se convierten en simples regalos para él, porque le dicen que no tiene otro dios más que él; ningún Amor mas que el suyo

La rebelión es el regalo que sellan los sobretonos, los desconsuelos secundarios... Said go on

Besos cenitales con mucho cariño, volveré a comentarte si no tienes inconveniente Vill

Nati

Dalma dijo...

Podria saber...que??
Otra vez me dejas asi?? Nooo

Coincido con LAF, lo mas lindo del relato es el sueño maternal de Martin :)

Besos